I’ve grown.
He crecido.
Fue la frase con la que terminé mi escritura hoy. Luego de agradecer, de sentirme conectada con la vida.
Ayer tomé una decisión que para mí tiene demasiada carga emocional, mucho peso y ha sido muy difícil de tomar.
Para ponerte en contexto si es la primera vez que me leés, en 2018 decidí que no quería ser más profe de inglés. Me di cuenta que había elegido una carrera desde el completo desconocimiento de mí misma, de la completa desconexión conmigo y con lo que quería. En 2019 encontré una “salida”, empecé a emprender, pero no fue nada fácil, porque el camino me llevó a trabajar muchísimo en mí a niveles que jamás hubiera imaginado. Y en 2023 renuncié a la escuela.
¿Ya tenía un negocio que me podía sostener económicamente? ¿Tenía mi interior resuelto para hacerme cargo de lo que tenía que hacer? ¿Era consciente de todo el trabajo que debía hacer?
No, no y no.
Fueron dos años muy difíciles. Un año antes me había separado, así que estaba bancando sola el peso y las consecuencias de lo que, hoy veo, fue mi capricho.
Me peleé tanto con la idea de dar clases, con el sistema que no me dejaba ejercer como yo quería, con el hecho de pedir permiso hasta respirar, con el hecho de cobrar un sueldo espantoso, que dejé lo único, que bien o mal, me mantenía en estabilidad económica.
Sumado a eso, el contenido que consumía de como lo que yo quería era posible, solo “tenía que ir por eso”, no ayudaba mucho a tomar decisiones alineadas con lo que era correcto para mí en ese momento. Suena tan lindo leerlo, pero la realidad es completamente diferente. No es tan simple como “suelto y confío”, hay que hacer mucho trabajo interno para que realmente sea así.
No podía volver a dar clases, porque significaba haberme traicionado, haber fracasado y lo que más me pesaba era el “¿qué van a pensar?”. Claro, a nadie le importa lo que hago o dejo de hacer, pero mi ego que se cree la estrella del mundo me hacía creer que todo iba a ser terrible.
Empecé a crear en mi negocio desde la urgencia y la necesidad, desconectándome completamente de lo que se sentía real para mí, desde lo que realmente quería, y hacía lo que debía.
Hasta que pude verlo.
Me tomó muchas caídas, mucho llanto, muchísimo trabajo interno, poder volver a tomar la decisión de hacer lo que fuera mejor para mí, y no lo que el mundo decía que tenía que hacer. Fue difícil, pues en mí vive una soñadora empedernida y seguirá existiendo hasta el día que parta de este plano.
Ayer volví a tomar horas en la escuela.
Fue un momento en el que recordé que me doy lo que necesito para empezar a crear desde lo real que me habita, para hacer lo que de verdad amo y no para crear desde la urgencia.
Es un puente.
Me repito una y otra vez, como mantra. Tratando de no darle lugar a mí Duende Verde a que venga a hacer de las suyas.
Estos dos años han sido de un enorme aprendizaje, desde aprender a utilizar bien mi dinero (porque siempre fui una derrochadora), hasta aprender a confiar en mí, en aprender a no darle bola a mi ego que ha sido un enorme saboteador, aprender a gestionar mis emociones e ir descubriendo partes mías que no conocía. Aprender a amarme tanto que puedo darme lo que necesito, tomar las decisiones correctas para mí, no para el mundo, y permitirme también ser ayudada, contenida, protegida. Tuve que sanar muchísimo, aprender un montón y atravesar muchas etapas que antes no había atravesado.
Pasé de sanar mi niña interior, a sanar la adolescente dolida y rebelde que estaba en mí, a hoy, por fin, poder encarnar mi rol de adulta amorosa, que se hace cargo.
Y pude verlo reflejado ayer, toda esa evolución, todo el crecimiento, porque tomé las horas y hubo muchas personas que sabiendo lo que significaba para mí me apoyaron, me enviaron su amor y todas sus distintas perspectivas de por qué esto era algo bueno. No me dejaron derrumbarme en mis emociones.
Y digo que está reflejado porque hoy tengo unas amigas increíbles, porque me permito ser vulnerable con otros, porque me permito ser amada, porque me permito ser sostenida, no ser siempre yo la que sostiene. Y sé que todo eso es producto del gran cambio y evolución que tuve.
Este es un pedacito de mi escritura de hoy, y es con lo que elijo quedarme:
Estoy en una etapa en la que quiero divertirme, pasarla bien, reírme, disfrutar la vida. Y mientras lo hago, voy a ir creando mi trabajo soñado. Porque ya no quiero crear la vida de mis sueños, quiero amar la vida que tengo hoy, para que cada día sea de gozo y no de espera por algo más para así poder disfrutar. Agradecer lo que toca hoy, para recibir lo que anhelo, no desde la eterna espera, si no desde un lugar de apertura y naturalidad, porque eso que llega es lo correcto para mí, para mi evolución, para mi aprendizaje, mi vida. La vida es hoy, no mañana, ni cuando llegue todo lo que sueño. No puedo pasarla mal en el presente y pretender que el futuro sea mejor.
Agradezco mi vida hoy, así como es, con todo lo que tiene, la recibo con el corazón abierto y recibo todo lo que tiene para mí.
Ya no quiero perseguir una vida perfecta, porque mi vida imperfecta es perfecta para mí hoy. Trabajo por mis sueños, amando la vida que tengo hoy.
I’ve grown.
Hemos crecido, Anto.
Nos pasamos la vida persiguiendo el mañana, el sueño, la perfección, y nos olvidamos que la vida es hoy.
No voy a dejar de soñar, solo voy a crearme un espacio seguro para crear desde lo que es real para mí, desde lo que se siente bien. Porque con la facilidad con la que conseguí trabajo, vuelvo a comprobar, que cuando hay resistencia por algo es.
Mi mente caprichosa me llevó a tomar decisiones que no eran las adecuadas, a que todo se sienta forzado, incorrecto. Hoy puedo verlo y tomar mejores decisiones. No digo “enmendar mi error”, porque, aunque mi mente quiere verlo así no lo fue, fue una decisión que tomé que me llevó a muchísimo crecimiento, que tal vez de otra manera no lo hubiera visto.
Así que si, vuelvo un poco a resignar a mí tiempo como yo quiero, a mis mañanas lentas y a socializar (muy a mi pesar, jajaja). Pero sé que no soy la misma que cuando me fui, que tengo un montón de herramientas para hacer las cosas de otra manera y que, sobre todo, es un puente, no es para siempre.
Creo que con esto ya le doy espacio a mi ego orgulloso, caprichoso y perfeccionista a que muera en paz. Porque si había algo que me rogaba que no haga, era contar que “fracasamos y volvimos a trabajar en dependencia”.
No fracasé querido Duende Verde, he crecido, mucho. Tomo decisiones adultas y empiezo a amar mi vida hoy, dejando de esperar que el futuro sea mejor, porque ya lo es hoy. No existe el futuro, todo lo que tenemos es el hoy, y no quiero morirme mañana habiendo pasado la vida esperando la perfección para poder disfrutarla. ¿Quién sabe que maravillas y sorpresas nos esperan?
I’m open. I’m here for it all.
Anto
Gracias por leerme, suscribite gratis y recibí las próximas entradas en tu correo ♥